Muchos clientes vienen a nuestra oficina súper ansiosos y entusiasmados con hacer un video. Hablamos de conceptos, técnicas, campañas, ideas y después quedan a la espera de un presupuesto detallado – pero a la hora de mirarlo, corren despavoridos por la penillanura levemente ondulada que caracteriza a nuestro hermoso país.
Bueno, quizás exageremos un poco – pero es cierto que muchas veces nos plantean: «Pero, ¿por qué invertir esta cantidad de dinero en una cosa sola cuando podría invertirla en muchas otras cosas?». Es una pregunta válida. Pero, por suerte, también tiene una respuesta igual de válida.
Estudio tras estudio lo confirma: invertir en video es rentable porque da resultados. El experimento de Salesforce fue fundamental para demostrarlo. La empresa puso un video en la portada de su sitio y vio cómo sus conversiones crecieron un 20%. ¿Por qué? Porque un video lograba comunicar lo mismo que todo su sitio web pero en menos de un minuto. Por otro lado, varios estudios reconocen que un video de alta calidad puede incluso aumentar ventas en sitios de e-commerce en un 170%. Aquí también el beneficio es claro: el poder ver mejor el producto genera una relación más tangible y de confianza entre proveedor y cliente.
Tener un video en tu sitio es una buena práctica de SEO. Punto. El alojarlo en una plataforma externa es incluso más interesante, porque genera links, genera más palabras claves y genera más espacios online donde la marca está presente.
Los videos llevan muchísima planificación, preparación y post-producción. Por eso su costo es elevado comparado con otros medios de publicidad y branding online. Sin embargo, este tiempo puede ser rentable: el armado de un guión puede ser compartido con los consumidores de una marca o, por qué no, puede ser confeccionado con su ayuda e input. Un video implica un backstage, una jornada de trabajo fuera de lo común y un sinfín de oportunidades que pueden ser aprovechadas para Facebook, Instagram, Twitter, tumblr, Vine, un blog, un mailing, otras partes del sitio o lo que se te ocurra. Y una vez que se computa el costo de este contenido, tiene mucho sentido optar por el video.
Un video combina imagen y sonido para generar un mensaje – pero no se queda solamente ahí. Fuera del hecho que un video puede ser compartido más de una vez en distintos medios (incluso, debería ser compartido más de una vez en distintos medios), un video genera imágenes, GIFs, micro-videos para Vine o Instagram y un sinfín de material que puede ser reutilizado para otras comunicaciones. Una animación conlleva el diseño de personajes e iconos que el cliente puede después usar en otras comunicaciones. Hay tantos formatos que se convergen en el video – y todos pueden ser re-utilizados para una misma campaña sin siquiera tener exactamente el mismo mensaje.
Teniendo en cuenta todos estos puntos, evidentemente la pregunta no es «¿Por qué invertir en video?». La pregunta real debería ser «¿Cómo puedo hacer que este video rinda?». Y para eso, bueno, nada: better call Pseudo ;-)